Entrepreneur, palabra de origen francés pero empleada en todo el mundo, identifica a los emprendedores. Generalmente tras esta denominación nos encontramos con gente joven, con una gran percepción e intuición para descubrir nuevos negocios.
Personajes mimados del sistema económico actual, fueron catalogados de distinta manera: locos, idealistas, yupies, creativos de grandes e imaginarios negocios pero incapaces de llevarlos a cabo, etcétera. Lo cierto es que el desarrollo de la humanidad se vería seriamente jaqueado si por alguna razón este particular hombre de negocios desapareciera.
Se los odia a la par que se los admira, se les teme y se los ama apasionadamente. Son poseedores de un estilo y a veces muestran una imagen y originan fantasías en quien tiene trato con ellos, que no condice con su forma de vida y de pensar.
Tan importante es su existencia para la economía de un país, que la célebre Universidad de Harvard, con la certeza – a la cual adhiero – que los empresarios no sólo nacen sino que se hacen, tiene un Programa de Entrepreneurship.
En el mismo, la casa de altos estudios del país del norte intenta entrenar a los estudiantes en el especial mundo del entrepreneur, abarcando desde la simple (?) administración de los emprendimientos hasta toma de decisiones, técnicas de management y capacitación y análisis de oportunidades.
El profesor titular de la cátedra de Negocios y Administración de Harvard, durante una visita que realizó a la Argentina señaló que «las agrupaciones profesionales siempre ignoraron a los entrepreneurs. Cuando yo me gradué aquí en 1965, se los consideraba un grupo de loquitos porque en el ámbito académico se creía que el éxito dependía de los profesionales que teníamos un Master. Luego en 1981, directivos de la universidad me propusieron hacer un estudio sobre ellos, aunque no sabían muy bien que querían».
Rara situación la planteada por el señor profesor, dado que si bien en países como el nuestro es imprescindible el contar con un motor del desarrollo como el «emprendedor», en las universidades o casas de estudios argentinas seguimos preparando a profesionales para el ejercicio profesional en grandes empresas o holdings. Todavía no hemos entendido el mensaje que Harvard comprendió. Estamos perdiendo grandes recursos (financieros, humanos, etcétera) en preparar a nuestros hombres de negocios para una realidad que, en la mayoría de los casos, no es la nuestra precisamente.
No podemos desconocer que en todo el mundo las características más destacadas de los entrepreneurs es que su mayor intervención se produce en empresas pequeñas (entre veinte y cien empleados) y no en mas macroempresas o multinacionales. La necesidad de competir, incluso de sobrevivir, de la pequeña empresa produce una sinergia especial que hace que el hombre de negocios desarrolle una notable capacidad para las innovaciones.
Asimismo, de igual manera que los grandes aventureros de la historia de la civilización, el «entrepreneur» siente desconfianza y recelo de la gran organización. «Si voy a correr el riesgo de fracasar también quiero recibir la recompensa en caso de producirse el éxito»; «no nací para tener un jefe que disponga hasta cuando soy útil o no»; «quiero ser libre de tomar mis propias decisiones sin tener que responderle a nadie»; «mi jefe soy yo y trabajo en el horario que quiero (aunque en realidad se suele trabajar mucho mas que en cualquier empleo)». Todas frases que, palabras más o menos, hemos escuchado alguna vez de algún amigo que está encarando su proyecto fuera de las grandes estructuras empresarias.
Tampoco se debe caer en el error que el entrepreneur es la fuente de las grandes iniciativas o de inversiones con importantes aportes de capital de riesgo. No hay mayor error; la realidad nos dice que la generalidad de las veces la actividad comienza con un pequeño sueño de independencia y el único capital que abunda es la voluntad, contando para el emprendimiento con los escasos fondos de la familia y/o amigos más cercanos. La literatura y medios de comunicación modernos han creado una heroica del entrepreneur, algo así como «Indiana Jones» en alguna de sus películas.
El emprendedor es un enamorado frente al altar. Se casa con su proyecto día a día y con absoluta sinceridad cree que en base a la buena aplicación de los recursos escasos con que cuenta, el respeto por parte de los actores macroeconómicos del sistema de libre empresa y la confianza de poder disfrutar los frutos de su trabajo, el éxito coronará su osadía.
El profesor Stevenson menciona que «Si un entrepreneur desea ser exitoso, debe cumplir ciertos requisitos: tolerancia a la ambigüedad, atención a los detalles, deseo de asumir riesgos, perspectivas a largo plazo y ganas de cambiar el ambiente que lo rodea. Estas no son las características de un entrepreneur sino de toda persona exitosa, ya sea que se trate de un político, un administrador o un comerciante. Lo distintivo es la habilidad para encontrar los mecanismos que lleven al éxito.