Benjamín Franklin decía del sentido común que “es la cosa que todos necesitamos, que pocos la tienen y que ninguno cee que le falta”.
Cuanta razón en esa pequeña frase sobre algo tan trascendental para la vida humana.
Como no podía ser de otra manera, el marketing, como disciplina integradora y fundamentalmente humanística requiere de esta cualidad para conformarse como tal. De hecho es el primer mandamiento que debe respeta todo marketer.
¿Ha pensado lo útil y necesario que resulta que los seres humanos estemos de acuerdo en dónde queda arriba o abajo, derecha o izquierda, bueno o malo, qué es frío y qué es caliente o cuándo es de día o de noche?
Aunque parezca tonto, esta pregunta nos permite tener una primera aproximación para comprender que, casi sin notarlo, basamos nuestros actos e interpretaciones del mundo en un conjunto de pensamientos y normas denominadas «sentido común».
«El concepto se compone de dos palabras: ‘común’, que es lo que caracteriza a un grupo de personas, seres vivos u objetos, y ‘sentido’, que se refiere a la percepción de estímulos a través del olfato, gusto, vista, tacto u oído, pero que también nos da una idea de orientación cuando decimos que vamos en sentido ‘contrario’ o ‘correcto’. Así, en términos generales, definimos al sentido común como aquello que comparte la especie humana», (Marco E. Murueta Reyes)
Los seres humanos somos animales sociales por definición, es decir, que nuestra componenda se relaciona con un cuerpo social que nos hace ser.
Nuestro comportamiento siempre esta formulado, direccionado e influenciado por el pensamiento social. Nosotros no podemos separarnos del cuerpo social ya que el hacerlo nos convertimos, por definición, en nada.
Así, «el sentido común está formado por aquellas nociones, ideas o prejuicios que comparten los miembros de un grupo, sea pequeño como la familia o la colonia, o tan grande como una ciudad, un país o toda la humanidad, pues hay normas que pertenecen a una lógica universal y que cualquiera comprende; por ejemplo, si vemos una puerta sabemos que por ahí podemos salir o entrar, porque es una noción preconcebida».
Las normas que determinan nuestra conducta y manera de pensar son aprendidas desde la infancia a través de la práctica cotidiana y la convivencia en familia, escuela u otros grupos sociales, de modo que poco a poco se crean y refuerzan conceptos y valores necesarios para la subsistencia comunitaria y sin los cuales no podrían existir nuestra cultura ni la mente humana como la concebimos en la actualidad.
Cuando nuestras madres nos enseñaron “no hagas a los otros lo que no nos gustaría que nos hagan”; al margen de ser una norma de convivencia y de amor por el prójimo; nuestras madres nos daban una lección de sentido común.
A esto me permitiría agregarle “hacer al otro lo que nos gustaría que nos hagan a nosotros” y aquí cerraría el círculo.
“No hacer lo que no nos gusta, hacer lo que nos gusta”…ya solo en estas dos afirmaciones tenemos un modelo de pensamiento encuadrado en el marketing.
Entonces la manera de sacarle mejor partido al sentido común y a la vida en sociedad, es asumir nuestra propia personalidad y a la vez incorpornos a la colectividad, no de manera sumisa, sino creativa.
Por ende, cuándo en nuestra empresa no sabemos que hacer, cuando las dudas nos invaden a la hora de tomar alguna decisión, que mejor que reconocer nuestro componente social y responder a ello.
«El físico Albert Einstein (1879-1955) decía que la mente es como un paracaídas porque necesita estar abierta para funcionar.
Si pensamos dentro de dichos parámetros, ante la duda, solo debemos responder a nuestro sentir para el caso de estar en dicha situación. Simplemente, responder a nuestro sentido común.
Es el sentido común el que nos permitirá posicionar a nuestra empresa dentro de un mercado y más si está en crisis o enmarcado por una gran competitividad.
Sentido común es el que debe tenerse a la hora de la toma de decisiones, a la hora de actuar, a la hora de afrontar situaciones críticas.
Con esa sencillez, con esa naturalidad, así debemos dejar que fluya nuestra creatividad y permitirnos que el sentido común prime para ser más imaginativos, más pacientes, más tolerantes, más pragmáticos, más deliberativos, más participativos, menos egocéntricos, más justos.
Ante la duda, deje que el sentido común reine. Siéntese parte de un todo y responda a sus intuición, respete su ser más intimo y piense como cliente, como el cliente que de hecho es. Qué producto le gustaría tener, qué servicios desearía que dicho producto le brinde, qué satisfacción quisiera obtener, que desearía que le digan ante una queja o reclamo, qué servicio posventa desea…etc.
Aún lo dicho, tenga presente que si hay algo que todo el mundo cree tener y de lo que, lamentablemente, no siempre es así justamente el “sentido común”. De hecho, alguno ha dicho que el “sentido común es el más común de los sentidos”.
Esto se sucede por efecto de las emociones y el enajenamiento producido por la velocidad y urgencia de los acontecimientos. No caiga en la trampa, pare, deténgase, permítale obrar a su sentido común y verá que reconocerse como cliente le permitirá encontrar respuestas para esos interrogantes que acotan la posibilidad de éxito en sus negocios.
Allí tiene el asesor en marketing, en su ser más íntimo…en su sentido común. Escúchelo.