A la hora de llevar a cabo un «proyecto empresario» los profesionales se preocupan en hacer extensas planificaciones y cálculos tendientes a ver lo factible o no de lo deseado y en diseñar el cómo implementarlo.
Es común observar excelentes carpetas considerando una multiplicidad de variables en el plano económico, político, social, etc..
No obstante, no recuerdo haber leído ningún «plan de negocios» que considere seriamente y con detenimiento al hombre en su plano psicológico.
Este tema que es muy común observarlo en el terreno del deporte resulta escasamente explorado en el mundo de los negocios.
En nuestro país, hasta hace muy pocos años, el empresariado y muchos profesionales suponían que la motivación era un problema estrictamente monetario.
Recién en estos últimos años se dispone de buena y variada bibliografía al respecto, recién ahora algunos empresarios empiezan a considerar seriamente a la motivación desde su componente psicológico.
Pero en el mundo empresario lo psicológico actúa solamente en lo que respecta a la motivación del individuo en su dedicación al trabajo? Estamos seguros que el problema se limita a ello?
Muy a pesar de muchos asesores y profesionales en lo económico, donde este el hombre lo mental prima.
Siendo así, veremos como actúa dicho componente en la realización de un «proyecto» en el campo de los negocios.
Cualquier empresario que se precie (independientemente de la magnitud de la organización que administre) desea imprimir en su empresa un movimiento dinámico y avasallante.
Ello implica desarrollar en la empresa una cultura singular; la de él.
Cuando hablamos de «cultura» nos estamos refiriendo a un conjunto de normas explícitas e implícitas; con lo «dicho» y lo «no dicho» que regula -o pretende hacerlo- la conducta de los participantes de la organización.
Cuando se habla de «cultura» se está refiriéndose a lo simbólico, dado que los símbolos son los que conforman la socialización del individuo dentro de un contexto dado.
Qué transforma a un corte de tela en una bandera patria a la cual se la defendería hasta morir? La respuesta está en que dicha tela, a partir de un momento dado, pasa a ser un símbolo que representa un algo para un grupo humano, es decir, tiene un determinado significado.
Cabe preguntarse entonces, cómo juega la función del «proyecto empresario», con relación a la simbología que implica, a la hora de conformar una «cultura» que permita el desarrollo del emprendimiento?
A fin de entender esto debemos abrir la respuesta en 10 puntos, los cuales nos permitirán ver los distintos aspectos a considerar en el «plan de trabajo» empresario.
Así pues, los distintos roles o funciones son:
1. Como elemento exploratorio.
Todo proyecto empresario se constituye en un camino que posibilita el deseo de aventura de los hombres (en términos genéricos) que conforman a la organización.
Considérese que el hombre primitivo debía vivir en relación a 3 postulados; a. la necesidad de enfrentar lo desconocido (los acontecimientos por venir); b. salir victoriosos de tal confrontación y; c. cazar para lograr el sustento. Su sobrevida y jerarquía dentro de la tribu dependía de este principio rector.
En la mente del hombre moderno, dicho esquema de conducta se mantiene en plena vigencia, siendo el mundo empresario el medio propicio para satisfacer esas ancestrales necesidades.
2. Como elemento sustitutivo.
El proyecto toma el lugar y sustituye a las inquietudes y preocupaciones individuales del hombre.
La eficacia práctica en el plano de los valores materiales y afectivos le permiten al hombre obtener del proyecto soluciones tangibles a su problemática particular.
Muchas veces la razón por la cual un excelente plan empresario resulta «cajoneado» no es otra cosa que la poca credibilidad que éste genera en los colaboradores en cuanto a que el plan no implica una mejora en los problemas de los mismos.
3. Como elemento nexo.
El «proyecto» origina el desarrollo de un complicado sistema de comunicación entre todas las partes que lo componen. El «plan empresario» exige, en forma natural, comunicación.
Es así como; independientemente del tamaño de la empresa o la distancia geográfica que separe a sus divisiones; los hombres, los distintos recursos (elementos, funciones, puestos y habilidades) se encuentran coordinados en pos de un objetivo común.
4. Como elemento aglutinante.
El «proyecto» se constituye en un elemento aglutinante de los aportes de todos los que participan en el mismo.
En él, se entremezclan, depuran y perfeccionan las experiencias, pensamientos y habilidades de todos para así permitir un proceso de retroalimentación donde la sociedad en su todo es el beneficiario.
El «plan» se conforma en el centro de atención y referencia; donde los hombres obtienen un importante móvil para sus vidas y así mismo, pueden entregar su vivencia y recibir la de otros.
5. Como elemento pedagógico.
El hombre es un ser social por definición. En él, el grupo humano que lo rodea es el pasaporte hacia una vida civilizada (según las pautas culturales de dicho grupo).
El «proyecto» y la cultura que de él se desprende le permiten al individuo recibir una pauta cultural que imprimirá su sello en su personalidad.
Visto de dicha forma se entenderá que en la interacción con el «emprendimiento» el hombre recibe valores, principios de conducta que luego los trasladará a su entorno, incluso el más íntimo.
E aquí la implícita capacidad pedagógica de la organización (en cuanto grupo humano) y la importancia de la misma en relación con el comportamiento del hombre en la sociedad.
6. Como elemento terapéutico.
El hombre, en la relación que se obliga con los otros partícipes del «proyecto», obtiene un elemento indispensable para desarrollar su talidad (ser tal). La interacción con los demás individuos le permite saber quién se «es».
El «proyecto», además, le permite al hombre canalizar angustias y ganar confianza en sí mismo, lo cual facilita, complementa y perfecciona el desarrollo de la personalidad del individuo.
7. Como elemento socializante.
La empresa se encuentra inserta en un contexto social y a fin de lograr sus objetivos se ve obligada a relacionarse con el mismo.
Dicha relación se lleva a cabo gracias a la intervención directa del hombre.
Por tal razón, el individuo dentro de la organización se ve conducido en forma obligada a relacionarse con sus pares dentro del ente y con el mundo que lo rodea.
8. Como elemento de resonancia.
El hombre es un ser íntegro, es decir, no podemos pensar en él como divido en partes que serán utilizadas en el momento oportuno y según la necesidad, en un total aislamiento de sus otras partes.
El «emprendimiento» y los elementos movilizadores que de suyo se desprenden compromete al individuo en su todo, por ende, las experiencias y estímulos que recibe lo conectan vívidamente con su componente espiritual, social y circunstancial.
9. Como elemento trascendente.
El hombre es finito (tiene fin, muere) y eso le implica un problema.
Su ser interior se revela ante dicha situación y origina una búsqueda incesante de un elemento trascendente, que le permita estar presente aún después de dejar este mundo.
Un «proyecto empresario» conforma, de manera relativamente sencilla, la posibilidad de continuar vivo luego de la desaparición física. El hombre vive en su obra y en el recuerdo de él que generan las mismas en los otros (supervivientes).
Y ésta trascendencia ya se vislumbra en la fuerza que genera el emprendimiento en el individuo a tal punto de permitirle al mismo; en pos del éxito empresario; superar antagonismos, inmensas dificultades y escasez de recursos, voluntades opuestas, etc.
10. Como elemento transformador.
El hombre es energía, vital y transformadora. De allí su posibilidad de trascender en sus obras.
La transformación se logra mediante la aplicación de un verdadero interés por parte de aquellos que sienten y viven los símbolos. La Fe mueve montañas.
El «proyecto empresario» le permite al individuo llevar a cabo esta vital tendencia a trasformar la realidad mediante su intervención.
Como se podrá observar, existen diversos componentes de orden psicológico a tener en cuenta al momento de desarrollar un «plan empresario».
El éxito de un «proyecto» no sólo dependerá de los recursos económicos, financieros, del plan de marketing, etc., la dinámica de las funciones simbólicas pueden ser la diferencia.
La consideración del elemento simbólico puede hacer deseable a una empresa en cuanto a que la cultura que ella ostenta es apetecible en el mercado laboral. Al individuo, le vale la pena aferrarse a ella y contribuir con ella.
El hombre tiene; según Jacques Lacan; tres registros de la realidad humana. Lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico.
Sólo cuando en el paso de «lo Imaginario» a «lo Simbólico» se encuentran símbolos intensos y fuertes, el individualismo tiende a decrecer y da paso al carácter de dirigente de un emprendimiento donde se exige sobrepasar su individualidad.
Debe tenerse presente que cuando hablamos de «símbolos» no se está hablando de una cuestión lógica a ultranza. El peor enemigo del «símbolo» es la racionalización de éste. Se debe asumir que su lógica no es de orden racional, sin decir con ésto que no tenga razón de ser, ni que escape a cierto orden.
Considere éstos aspectos y luego de leer ese libro o artículo de management, resultaría interesante para la salud de su empresa que inicie un camino hacia el conocimiento de la mente de su gente. En otros artículos lo hemos mencionado, pero en éste se impone, así que recuerde que éste campo es el arma más importante en un mercado competitivo.