Nuestro país está viviendo un cambio profundo en su realidad empresaria. La competencia, juntamente con la globalización de la economía son un hecho inamovible para el futuro de los empresarios argentinos.
Esta situación trastoca todo lo reglado como postulados máximos del management … argentino. El arsenal tecnológico y los principios dogmáticos del management autóctono que hasta el presente premitió el desarrollo empresario en nuestra tierra, pasa a estar en tela de juicio; se lo debe sopesar en relación a las nuevas realidades socioeconómicas.
No hace mucho tiempo, cuando la inestabilidad, la inflación, la evasión fiscal, etcétera, reinaban, el empresario argentino no tenía una cultura empresaria signada por las siguientes características:
Aún siendo grandes o medianas empresas en cuanto a su volumen físico o de facturación, continuaban siendo pequeñas en su estructura y sistemas de dirección (boliches grandes, pero boliches).
Todas las decisiones son tomadas por el dueño; no existe delegación efectiva.
Pueden nombrarse gerentes, pero generalmente no profesionales, y de escasas luces (por sus propias limitaciones o dado la censura o autocensura reinante), convirtiéndose, en un futuro inmediato, en meros repetidores de órdenes y en canalizadores de las agresiones o incapacidades de los directivos.
Se trabaja sin un fin determinado, salvo con el que «hay que trabajar» (quizás, resabio de la cultura del inmigrante que nada tenía; todo tenía que hacerse y el método era el trabajo).
No hay un análisis detenido y profesional del contexto.
Se vende lo que se fabrica. Nadie mejor que el dueño para saber lo que es bueno para el cliente.
Máximo control directo (por parte del titular), dado que: «si yo no estoy, que sería de Uds.» O «si no lo hago yo, nadie lo hace bien», etcétera.
La alta dirección dedica la mayor parte de su tiempo a tareas rutinarias que bien pueden ser realizadas por otros, incluso con un valor horario muy bajo.
No se planifica ni se toman decisiones estratégicas (en directa relación a lo señalado en el punto anterior).
Se trabaja bajo presión constante.
Se corre por lo inmediato y no por lo importante.
Se pretende que el personal esté dispuesto a todo tipo de tarea.
Se entiende como eficiencia al exceso de actividad y resolución de problemas urgentes.
La adquisición de alta tecnología; en función de su (supuesto) largo ciclo de vida, lo prohibitivo de su compra, la dificultad en el manejo y la capacitación que demanda al personal le otorgan un estatus de ventaja competitiva fundamental en la relación con el mercado competidos. Por ende, la compra de «máquinas» continúa siendo la mayor preocupación del empresario.
La estrategia de ventas se fundamenta en el menor precio, por tanto la economía de escala y la mayor producción son el medio para alcanzar el menor costo (vía reabsorción de costos estructurales) y así poder obtener la ventaja competitiva en el tema ventas.
El hombre es parte de la estructura operativa (es un elemento más en la maquinaria) y por tanto reemplazable.
Pero el mundo cambio
La realidad económica en el mundo actual, se caracteriza por lo que Alvin Toffer titula «la fórmula explosiva».
Dicha fórmula se encuentra constituida por el constante lanzamiento, desaparición y relanzamiento de productos que hacen múltiples y variadas las alternativas de satisfacción hacia el cliente y, por ende, originan un pronunciado desgaste de relación de lealtad del consumidor.
La inestabilidad en la lealtad se ve incrementada por la aparición de nuevos provenientes de diferentes tecnologías de producción y comercialización y la internacionalización de los mercados gracias a los medios de comunicación y transporte.
El drástico acortamiento del ciclo de vida del producto como elemento sastisfactor, con el ya mencionado desgaste en cuando a la fidelidad del consumidor, hacen que la empresa se encuentre siempre en un estado de crisis en cuanto a la conformación de una equilibrada cartera de productos que definan su perfil de oferta.
Si a lo mencionado le adicionamos el efecto de la saturación de las necesidades del grupo mayoritario del mercado consumidor vía la sobreoferta de productos y servicios en relación a la demanda de los macrosegmentos; la finalización de la etapa de desarrollo económico con mercados crecientes; y la mayor especialización y exigencia del mercado consumidor respecto de las prestaciones a brindar por parte de los productos adquiridos, podremos observar que el término «fórmula explosiva» es una denominación benévola de la situación reinante.