¿Qué hago primero? ¿Cómo debo hacer? ¿Qué tengo que analizar? ¿Por dónde empiezo mi propia empresa?, ¿Cómo empezar mi empresa?, ¿Por qué empezar una empresa? y muchas preguntas más repiquetean sin cesar en la mente de un emprendedor responsable.
Digo “emprendedor” responsable dado que también los hay de los otros, los que sin más se tiran de cabeza a un río o piscina sin siquiera ver si hay agua o la profundidad suficiente.
El desenlace es obvio, en la mayoría de los casos, lo urgente, lo improvisado y falta de previsión se paga con el fracaso o con grandes sacrificios para poder enderezar y resolver lo que debía haberse solucionado antes.
Lamentablemente, también en la mayoría de los casos, dicho fracaso no se lo mira desde el error por falta de análisis anterior, sino que usualmente se usan justificaciones que se vinculan con la situación política o económica del país o simplemente la mala suerte.
Bueno, pero también hay muchos emprendedores que no son así y son ellos los que al momento de tener la idea les sobreviene el qué hacer, y allí surgen esos múltiples interrogantes que mencionamos al inicio.
La realidad es que luego de concebir una idea y antes de intentar concretarla es recomendable que, aun incipientemente, se confecciones un “plan de negocios” a fin de darle al proyecto cierta margen de seguridad en cuanto a las cuestiones comerciales, operativas y financieras.
De no hacerlo, al menos –entre otras- deberíamos preguntarnos:
- ¿Existe demanda (mercado) y es suficientemente grande?
- ¿La demanda es de fácil acceso o hay requisitos (legales, operativos, estructura, etc.) que hay que cumplir con anterioridad?
- ¿Los costos están acordes a la relación de precios estimados de ofertas similares?
- ¿Se posee las capacidades y conocimientos necesarios y si la respuesta es no, cómo se pueden conseguir?
No es lo mismo, pero al menos estos puntos ya permiten ir visualizando la factibilidad o no del emprendimiento.
No hay que dejar de lado que el no estudiar adecuadamente un proyecto es una de las causas por la cual de los emprendimientos PyME “sólo el 7% llega al 2º año de vida y sólo el 3% al 5º año” (Asociación Argentina para el desarrollo de la Pequeña y Mediana Empresa).
Así que, si queremos que nuestra empresa no se encuentre dentro de dicha estadística, es aconsejable que concentrar la energía trabajando sobre:
- El mayor conocimiento posible sobre el mercado objeto. Es decir, tamaño del mismo (actual y futuro); demanda potencial; dispersión y metodología de distribución y todo aquello que nos permita saber dónde está el cliente potencial; si hay suficientes; si permanecerán en el tiempo; si tienen capacidad de pago y cómo llegó a ellos, tanto en la comunicación como con la oferta.
- Definición de la calidad del producto pero “según los ojos del cliente”. Siempre el padre de la criatura tiene una visión viciada, por ello hablar y enterarse de lo que realmente quiere la gente y cómo lo quiere es la clave. No es la primera vez que lo que el empresario piensa como lo mejor para el cliente, no coincide con lo que así piensa, desea o pretende el consumidor.
- Proceso de producción. Si es que lo hay, es aconsejable evaluar el mismo en cuanto a su simpleza operativa; la inversión necesaria; la tecnología y capacitación requerida; la adquisición de insumos; cantidad de producción y calidad mínima; el stock de materia prima y de productos terminados.
- Evaluación de la competencia. Si no existe, es cuestión de tiempo que aparezca y si ya se tiene, no se quedará quieta ante la llegada de un nuevo competidor y menos con un producto/servicio de relevancia. Identificar y estudiar la misma e intentar pensar en lo que puedan hacer.
- El ciclo de vida del producto. Una empresa no subsiste en base a un producto ya que este –dado la velocidad en el cambio que se vive- tiene una vida útil muy acotada. Salvo que se consideren nuevos productos o mejoras en el mismo que extienda el ciclo de vida, su obsolescencia define la de la empresa. Tener previsto esto permite asegurar el futuro.
- Marketing. Si no hay visibilidad el negocio no existe, por tanto, se requiere pensar y costear el diseño de una campaña adecuada al segmento, incluyendo el costo de los profesionales intervinientes, los elementos necesarios (flyer, videos, etc.) y la inversión en la aplicación de las distintas herramientas por un tiempo determinado hasta que el producto/servicio sea conocido.
- El momento del lanzamiento. El producto debe lanzarse en el momento justo. Antes que el mercado esté maduro, no lo apreciará y si se demora mucho, seguramente la competencia ya estará presente.
- Las finanzas. El flujo de caja es a la empresa como la sangre le es al cuerpo. La excesiva inversión en activos fijos en desmedro del capital financiero requerido hará muy vulnerable al proyecto y posiblemente lo hará fracasar independientemente de las bondades del producto/servicio. Prever las necesidades financieras es parte de evitar el fracaso.
- La ley. Las normas vigente en el mercado puede ayudar o impedir el desarrollo del negocio.
Tengo en claro que un plan de negocios implica más temas a considerar, también, sé que muchas veces el entusiasmo, la falta de recursos en términos profesionales, hacen que muchos emprendedores obvien invertir tiempo y dinero en la anticipación.
Si en el Titanic la prevención o anticipación hubieran reinado antes de partir, la tragedia no hubiera sido tal, así que aprendiendo de la historia, anticiparse puede evitar el fracaso y asegurar el éxito.
Por último, antes de emprender el proyecto y siempre hay que tener presente que para lograr el objetivo se debe pensar al producto/servicio desde el cliente. Desde afuera hacia adentro: pensar como consumidor hace que puedas ser el gran proveedor.